Los profundos cambios que el turismo viene registrando desde hace unos años están abriendo un debate sobre las características de este fenómeno. La polémica sobre qué desplazamientos puedan considerarse turísticos, y por ende qué puede entenderse por turista; el cambio de acento en la propia consideración de la actividad, desde una concepción inicial cuyo argumento básico en el alojamiento hasta otra más amplia que pone el acento en el consumo de servicios; la superación del carácter de bien de lujo que está imponiendo la ampliación de los colectivos que realizan viajes, etc., son algunos rasgos de los profundos cambios en el fenómeno turístico que, sin embargo, no acaba de arraigar en la conciencia colectiva de un sector productivo estratégico de creciente peso en la economía.
Así, cuando todavía no está asumida, de forma clara, la importancia del turismo, las transformaciones que está experimentando abren la necesidad de plantearse aproximaciones diferentes que tengan en cuenta la nueva situación que progresivamente se va imponiendo. Dentro de estos cambios uno de los que con mayor intensidad viene registrándose es el crecimiento de los viajeros que utilizan alojamientos no hoteleros. La imagen tradicional del turista alojado en hotel está dejando paso a una situación mucho más plural, en la que la segunda residencia, los alojamientos alquilados, etc. representan cada vez una parte mayor del turismo. Este hecho está provocando la necesidad de contemplar, a la hora de valorar la incidencia económica del turismo, nuevos elementos hasta ahora escasamente tenidos en cuenta. Así la enorme dificultad de valorar el impacto económico del turismo, con problemas conceptuales, metodológicos y de información, se ve ampliada por la complejidad de abordar, desde el punto de vista de la producción de un espacio concreto, la influencia que tienen estos nuevos elementos. No se trata solamente de modificaciones en las pautas de gasto, hasta cierto punto necesarias cuando se modifica el tipo de alojamiento, sino de la propia consideración que la provisión de estas alternativas para la recepción de turistas tiene en el desarrollo económico de una zona.
En este contexto es donde hay que insertar un trabajo como éste, cuyo objetivo es realizar una aproximación al impacto en la economía de Málaga del turismo que podríamos calificar, aunque probablemente con escasa fortuna, como no hotelero. Si en un trabajo anterior ya se puso de manifiesto la necesidad de un enfoque novedoso para evaluar el peso del turismo en las macromagnitudes de Málaga, esta estimación pretende profundizar en estos nuevos elementos, ya que constituyen aspectos no suficientemente valorados de la economía turística.
El llamado turismo residencial, expresión ambigua que intentaremos precisar al presentar el enfoque metodológico, es el objeto de esta estimación. Se persigue, por tanto, poner de manifiesto la importancia que para la actividad económica de Málaga tienen unos flujos turísticos que no tienen como medio de alojamiento la planta hotelera. El objetivo es aportar alguna evidencia de la trascendencia que este tipo de turismo tiene. Se trata, en última instancia, de apoyar el reconocimiento del turismo como una fuente de actividad hasta cierto punto ignorada, dando a conocer la importancia de uno de los componentes más desconocidos de la misma: el turismo residencial.